domingo, 11 de agosto de 2013

¿Por qué los cuentos hacen bien? Silvina Beccar Varela. LA NACION, Agosto de 2013



¿Por qué los cuentos hacen bien?

Aunque haya más brujas que hadas, el valor terapéutico de estas historias universales y sus cualidades literarias son materia de estudio de escritores, psicoanalistas, docentes y filósofos. Había una vez...

Por   | Para LA NACION


Caperucita Roja fue mi primer amor.
Si me hubiera casado con ella, habría conocido
la felicidad completa
Charles Dickens
Había una vez, en un tiempo sin tiempo, un mundo de cuentos. Cenicienta, Blancanieves, Verdezuela, Piel de Asno, Caperucita Roja. Cientos de historias de príncipes y princesas, de bosques oscuros y peligros milenarios, y, sólo de vez en cuando, de alguna hada buena entrecruzada con una bruja aterrorizante; historias de transformaciones pensadas para que exista siempre la esperanza final, la posibilidad eterna de salir a la luz. Los ojos atentos del niño que espera, como un bálsamo, las palabras de un padre, una madre, una abuela, una tía o una maestra que lo sumerjan en el mundo de los cuentos, donde los malos tienen su castigo y los justos su premio, y al final, siempre triunfa el bien.
Distintas corrientes filosóficas y psicológicas rescatan la relación de niños y adultos con estos relatos universales: de eso se ocupan maestras jardineras, psicólogos, escritoras, docentes y psicoanalistas, en algunos casos impartiendo seminarios sobre la temática.

LOS RECOPILADORES

La recopilación de los alemanes Jacob (1785-1863) y Wilhelm (1786-1859) Grimm es el compendio más famoso de cuentos de hadas junto con Los cuentos de Mamá Oca, del francés Charles Perrault (1628-1703), y los de autores como el danés Hans Christian Andersen (1805-1875), Jeanne-Marie Leprince de Beaumont (1711-1780) y Joseph Jacobs (1854-1916), entre otros.
Todos usufructuaron el acervo popular, reservorio de historias cuya oralidad iba a perderse si no era rescatada en forma escrita. Así Perrault, de origen aristocrático, utilizó cuentos populares y los trasplantó a una cultura cortesana que valoraba las formas estilizadas. Particularmente con Los cuentos de Mamá Oca (1697) se dirigió a niños y adultos impregnándolos con mensajes moralistas, sacrificando algunas partes de las tramas especialmente cruentas.
Los Grimm publicaron su obra en dos volúmenes, en 1812 y 1815, recopilando los cuentos populares de las regiones de habla alemana, en principio, con fines académicos. La primera edición, llena de anotaciones, contenía no sólo los cuentos de hadas, sino juegos, leyendas y todo tipo de narraciones tradicionales. Una vez impresa recibieron una crítica mordaz que los impulsó a volver sobre la obra y así fue que las siguientes ediciones fueron directamente dirigidas hacia los niños, expurgadas de toda referencia sexual o picaresca.
"Como fenómeno literario, esta narrativa es bien particular, tanto por la contaminación entre lo oral y lo escrito y por su estructura fija como por su marcada universalidad, dada por la ausencia de lugares, nombres y tiempos específicos. Esto lo hace una materia muy dúctil: desde la pedagogía, la teoría literaria, el psicoanálisis y los estudios folklóricos hasta la industria cinematográfica se han apropiado de ella para interpretarla o adaptarla en función de sus objetivos particulares", dice Ana Basarte, licenciada en Letras y docente de Literatura Europea Medieval en la carrera de Letras de la UBA.
Desde el punto de vista literario, los cuentos presentan una serie de rasgos y elementos estructurales propios del género. "Todos los cuentos maravillosos comienzan con una situación de carencia y culminan con una recompensa o reparación del mal inicial -continúa-. La figura heroica triunfa y sobresale respecto del resto de los personajes en virtud de sus cualidades morales, que siempre van acompañadas por dones físicos de perfección y belleza. No hay matices ni ambigüedades: todo está polarizado entre lo bueno y lo malo, lo lindo y lo feo, de manera que los esquemas planteados resultan fáciles de asimilar para el receptor infantil."
 
La estructura narrativa que Vladimir Propp ha identificado posee una sucesión de funciones (Morfología del cuento, Madrid, Akal, 1985), como la atemporalidad y la presencia de seres imaginarios con poderes sobrenaturales que ofician de ayudantes son algunas de sus características.
Sobre los ayudantes o seres imaginarios que resuelven el cuento vuelve Javiera Gutiérrez, escritora de literatura infantil, autora de la serie de la Tía Roberta (Lúdico Ediciones). "Si pensamos en los cuentos maravillosos más habituales, podemos descubrir que las apariciones de las hadas como seres etéreos, toda belleza y bondad, no son tantas. De hecho, las brujas son bastante más frecuentes que las hadas. Pero la función de dotar al protagonista de un talismán o de una clave secreta para enfrentar el peligro, romper un hechizo o sortear pruebas de gran riesgo, muchas veces se presenta de manos ancianas, animales u objetos. Ellos proveen anillos, varas, pócimas, cajitas, cintas, panes y plumas encantados; frases para abrir puertas, guía para encontrar un pasadizo y respuestas para evitar ser devorado. Sin ellos, el protagonista jamás llegaría a salir vencedor."

HERRAMIENTAS DE SUPERACIÓN

Bruno Bettelheim (1903-1990) escribió su Psicoanálisis de los cuentos de hadas en 1975, marcando un punto de inflexión en la temática. Según su visión, los cuentos ejercen una función liberadora y formativa para la mentalidad infantil, y la dotan de apoyo moral y emocional.
Desde el Centro de Lecturas, Debate y Transmisión en Parque Centenario, la pediatra y psicoanalista Claudia Muente y el psicólogo Santiago Ragonetti brindan un curso anual sobre los cuentos de hadas y su valor terapéutico.
"Bettelheim los define como necesarios para el proceso de subjetivación del sujeto infantil: resultan una herramienta para atravesar y superar los conflictos de la infancia", afirma Claudia Muente.
Desde el psicoanálisis, este recurso al alcance de todos puede ser tomado como un elemento sobre el cual desplegar estrategias de tratamiento y educación en su articulación con la literatura clásica. "Perrault era cuentista de Versailles y sus versiones están muy suavizadas y dejan una enseñanza moral. En cambio los Grimm recogieron historias de tradición medieval del pueblo que inicialmente no eran para niños y tuvieron que modificarlas ante la queja del público. Los cuentos se dirigen al inconsciente del niño y no al del adulto: no son tan terribles como parecen; funcionan los simbolismos y las identificaciones", dice Muente.
La estructura de un cuento de hadas incluye "la suspensión de la incredulidad: hay que creer, meterse en el mundo del cuento, tanto el niño como el adulto, para poder ser atravesado por él", agrega. El niño entra en el bosque lleno de peligros y así también transita la separación de la madre en el jardín de infantes (comparable con el abandono de Hansel y Gretel en el bosque). "No es sin angustia ni sin sufrimiento que se hace el camino por el bosque: las pruebas funcionan como ritos de iniciación. En los cuentos aparecen temas como el engullimiento, el canibalismo, el regreso al útero, la experiencia de muerte y el renacer, como pasa en Caperucita Roja; el requisito para el niño es el final feliz", dice Muente.
La reiteración del cuento funciona para desarmar la angustia, permitiendo la operación de superación según el funcionamiento del inconsciente, concluye.

LA MIRADA ANTROPOSÓFICA

Ancho, alto y profundo es el reino de los cuentos de hadas, y lleno todo él de cosas diversas: hay allí toda suerte de bestias y pájaros; mares sin riberas e incontables estrellas; belleza que embelesa y un peligro siempre presente; la alegría, lo mismo que la tristeza, son afiladas como espadas. Tal vez un hombre pueda sentirse dichoso de haber vagado por ese reino, pero su misma plenitud y condición arcana atan la lengua del viajero que desee describirlo. Y mientras está en él le resulta peligroso hacer demasiadas preguntas, no vaya a ser que las puertas se cierren y desaparezcan las llaves. (J. R. R. Tolkien).
La pedagogía Waldorf y la antroposofía utilizan el cuento de hadas y otros relatos, según la edad, con fines didáctico-terapéuticos, especialmente en el primer septenio. Para que los niños puedan volver en forma diaria a ese mundo de verdades antiguas y sabidurías milenarias con el cual, según la antroposofía, están naturalmente familiarizados.
Mariana Querio, directora del Jardín de Infantes Rudolf Steiner de Florida, Vicente López, maestra jardinera hace 25 años, cuenta que los niños llegan al relato del cuento como cierre de la mañana después de jugar afuera. Se arma un clima especial con una vela, ellos se ponen en ronda y la maestra narra un cuento que repite muchas veces durante dos semanas. "Es un momento muy hermoso en el que se les habla en el lenguaje de las imágenes. Los cuentos funcionan como un reservorio para la vida adulta, como la joroba para el camello en el desierto. Porque en todos los relatos hay una situación armónica ideal en algún tiempo sin tiempo, que se rompe por algún motivo y se instala un peligro o desarmonía, que se resuelve de la mano de alguien o algo impensado. Y al final siempre aparece una recompensa, un nuevo talento, y eso le da al niño la certeza de que, independientemente de cualquier coyuntura existencial, siempre existe la posibilidad de la transformación."
Cristina Martínez imparte el seminario Alrededor de los cuentos de hadas hace 16 años. Actualmente funciona en la Escuela Juana de Arco, de orientación antroposófica. Se enseña también la forma de narrarlos según la pedagogía Waldorf y se confeccionan escenarios y muñecos o títeres para contarlos en los llamados teatros de mesa.
"Siempre dije que los cuentos eran un alimento para el niño, pero llegué a la conclusión de que son una terapia. Porque el niño se rodea de imágenes exteriores vacías que le sacan las fuerzas vitales, y los cuentos le proporcionan imágenes interiores con las cuales puede sentirse identificado. Éstas poseen significados ocultos que refieren a caminos del alma que el niño deberá recorrer cuando escuche las experiencias de los personajes: cada uno de ellos es una fuerza que vive adentro nuestro. Todos tenemos en nuestro interior al príncipe, el dragón, la reina, la bruja y la rana. El niño atraviesa dificultades y las vence airoso: se pone contento al escuchar, en forma reiterada que podrá salir de la panza del lobo", dice.
Los cuentos populares también ponen en escena modelos culturales acerca de lo femenino, comenta Ana Basarte, quien basó su tesis en las llamadas heroínas indefensas de los cuentos de la Edad Media. "Suelen representarse polarizaciones, por ejemplo, de la figura materna: la madre buena muerta y la madrastra cruel, la mujer angelical y la mujer monstruosa, etcétera. En esta línea encontramos heroínas más o menos activas frente a las desventuras que les acaecen; basta contrastar a la Bella Durmiente y Blancanieves, que aguardan pasivamente que un príncipe las libere, frente a un enorme repertorio de relatos que tienen como protagonistas a niñas audaces que logran mediante su ingenio liberarse de los males que las amenazan."
Hay tantas lecturas posibles como historias que se cuelan a la literatura desde la tradición oral, que llegan y llegarán para ser contadas una y otra vez, para poder vivir felices para siempre, al menos, en el país de los cuentos de hadas.
Érase una vez, en un reino muy lejano.
FUENTE: lanacion

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